Esta semana dos personas de mi entorno próximo perdieron a sus padres, aunque en circunstancias distintas: la primera, una amiga que vió morir a su padre ya muy mayor y después de una larga enfermedad y demencia – su vida era ya un sufrimiento constante, no solo para él pero también para su esposa y hijos, ya que no habría mejoras posibles. Aunque mi amiga estaba conciente de todo esto, cúando termino la misa de corpore insepulto se derumbó y lloraba desconsoladamente, recordando todo lo que su padre había sido para ella, toda una vida de cariño y apoyo.
El otro, un chico de 17 años, uno de los mejores amigos de mi hijo menor, que perdió su padre debido a un cáncer de pulmón, a los 55 años. Ayer le vi después de la misa, tratando de mantenerse entero mientras su grupo de amigos le apoyaba – desde que supieron la noticia practicamente no se habían separado de él – y tragando los sollozos mientras via el féretro de su padre ser trasladado al coche fúnebre.
Me acordé – aunque él siempre esté conmigo, todos los días – de cuándo yo perdi a mi padre, hace ya más de 10 años y medio, también debido a un cáncer que rehusó tratar com radioterapia – era médico, tenía entonces 73 años y no quería vivir como un enfermo. Morió como vivió, com coraje y a su manera. Lo admiro mucho por eso, pero desde entonces me siento muy huérfana, aunque sienta también que, donde esté, me acompaña y me protege. Inexplicable.
Distintos padres, distintas circunstancias. Perder a un padre a los 17 años es, debe de ser, lo más duro, una prueba injusta para alguién tan joven. Su padre le hará mucha falta! Como va a sobreponerse este chico, no sé. El camino será duro. Cuándo eres más mayor, como yo y mi amiga, te quedas com la tristeza, la anõranza, los años de compañia y cariño de los que disfrutaste.
Porque, como me dijo un viejo y sabio amigo cuándo de la muerte de mi padre: “Cuando pierdes a alguién muy cercano, no pienses en lo que has perdido, sino en el privilegio que fue poder disfrutar de esa persona mientras estuvo contigo”. Sé que en estos momentos no lo podré decir a este chico, no lo va a entender, pero mucho más tarde, un día, cuándo recuerde todo lo valiosos que los ensenãmientos de su padre le habrán sido durante su vida, como habrá seguido, casi sin enterarse, sus ejemplos, como le habrán sonado en tantos momentos sus carinõsas palabras, como habrá seguido sus sabios consejos, se enterará de que en verdad lo que perdió fue su presencia porque el resto, su esencia, además del don de la vida, siempre le acompañará hasta el final de sus días.
Y es que, mientras escribo estas palabras, mis ojos se llenan de água – como decimos en português, cuándo añoramos a alguién (una palabra tan bonita y que sólo existe en nuestro idioma), que “saudades” tengo de tí, Papá! Para siempre.